sábado, 18 de octubre de 2014

SEGUNDO INDICADOR DE DESEMPEÑO CURRICULAR - CUARTO PERIODO ACADEMICO

Analizo diversos puntos de vista e interés relacionados con la percepción de los problemas y las soluciones tecnológicas y los tomo en cuenta en mis argumentaciones 



1) ¿Que problemas hay actualmente que interesan al sector educativo colombiano?

No tantos doctores
Desde luego deben tenerse en cuenta la educación técnica y tecnológica y las múltiples opciones de educación para el trabajo. Sin embargo, no es apropiado incluir como educación superior al SENA y al inmenso archipiélago de centros de capacitación laboral, salvo si se pretende maquillar las cifras.
Esto lo corroboran las proyecciones ofrecidas por el gobierno, que muestran que para el 2019 la matrícula en educación técnica y tecnológica aumentará en un 49 por ciento, mientras la universitaria de pre grado sólo lo hará en un 17 por ciento.
Desde luego, un país requiere trabajadores especializados, técnicos y tecnólogos. Pero necesita muchos profesionales de alto nivel si de veras aspiramos a ser competitivos en un mundo donde la ciencia y la innovación tecnológica avanzada constituyen el capital más valioso.
Intensa desigualdad
Es claro que el Estado ha sido incapaz de garantizar a los jóvenes más pobres los más elementales grados de libertad para elegir la educación que desean y a la que tienen derecho, al menos en el texto de la Constitución.
Esa libertad de elección está limitada, en primer lugar, por la disponibilidad de recursos económicos que no permite decidir en qué institución se quiere estudiar. Los muy ricos pueden escoger cualquier universidad del mundo, si son admitidos. La gente acomodada con ingresos estables altos puede escoger entre las mejores universidades privadas del país. Los de ingresos más bajos tienen que apuntar a la Universidad pública en el área en la que los reciban y, aún así, sus familias deben hacer enormes sacrificios para sostenerlos.
Pero la segunda limitación es aún peor y más difícil de subsanar, porque es la ausencia de programas serios de educación inicial que va acumulando carencias por cerca de diez años de mala calidad en la educación básica y media. Al concluir el bachillerato, sus víctimas no pueden competir en igualdad de condiciones con los afortunados que fueron a buenos preescolares desde los tres años y luego asistieron a colegios privados de buena calidad.
Los resultados recientes de la prueba Saber 11º, permiten apreciar mejor estos diferenciales, tal como los divulgó la revista Dinero:
El puntaje promedio en los colegios privados de calendario B es 53,2; para los colegios oficiales el promedio es 42,2, es decir, once puntos por debajo.
Si se toma por nivel socioeconómico, la diferencia se amplía: el promedio para los estratos altos es 54,8; para los estratos bajos, es 41,2.
Estos pocos datos indican que las universidades de mejor calidad seguramente serán las más apetecidas y se quedarán con los jóvenes que han recibido mejor educación que, naturalmente, son los más ricos.
De esta forma comienza a monopolizarse el conocimiento -que no es lo mismo que el talento o la inteligencia. Con seguridad la naturaleza es más democrática que nuestro sistema educativo y distribuye equitativamente las capacidades intelectuales y el ingenio creativo. El problema es que estos dones no crecen solos y, por el contrario, suelen asfixiarse en un sistema de educación anacrónico y precario.
Inequidad programada, cultivada y sistemática
El Estado colombiano ha sido y es responsable de promover y ahondar la inequidad. Las cifras prometidas en torno a la discusión de la ley son tramposas y sólo sirven para justificar esta situación. Revolver toda clase de instituciones de capacitación laboral y formación profesional (en la nomenclatura de la OIT) sólo sirve para disfrazar cifras y eludir la obligación de hacer inversiones importantes en universidades de verdad.




2) ¿Cuales son los problemas relevantes de la salud que hay en Colombia actualmente?

La salud necesita ajustes y además liderazgo y claridad para defender los fundamentos del sistema de la Ley 100.

Colombia, a diferencia de muchos países de su mismo nivel de ingreso, ha logrado llegar muy cerca de la cobertura universal. Por igual, ciudadanos con riqueza o pobreza tienen acceso a clínicas de primerísima calidad y hay solidaridad en las contribuciones de empleadores con trabajadores y de los mayores niveles de remuneración con los menores. 

Antes había 3.5 millones de personas aseguradas y en gran parte del país prevalecían los servicios de caridad, con atención superficial a la mayoría, que carecía de capacidad de pago.

Nuestro Gobierno pasó de 25 millones de personas aseguradas a casi la totalidad de la población, con énfasis en los grupos más vulnerables, entre los cuales se incluyeron compatriotas indígenas y afrodescendientes. Se nivelaron los planes de servicios para niños, jóvenes, ancianos y en ciudades como Barranquilla para toda la población. Con reestructuraciones y austeridad burocrática se evitó el cierre de más de 200 hospitales y muchos, que estaban cerrados, fueron reabiertos.

Se cancelaron EPS infiltradas por grupos terroristas. La Nueva EPS, que asoció al Estado con cajas de compensación, remplazó la ineficiencia del Seguro Social.

Las clínicas de esta entidad fueron reformadas y puestas en manos de universidades, cajas de compensación y fundaciones, con resultados bastante positivos. La integración vertical se limitó al 30%. Se aumentaron los recursos para el sector con fuentes de rentas como el IVA a la cerveza, a los juegos y aumentos tarifarios para cigarrillos y licores. Y, apenas quedó iniciado el giro directo. La declaratoria de inexequibilidad de la emergencia social nos privó de instrumentos de control que debimos anticipar con proyectos de ley.

Hoy, la salud regresa al primer nivel de las preocupaciones públicas. Sugiero muy respetuosamente considerar estos ajustes: Debería evitarse el retiro de las cajas de compensación del régimen subsidiado. Qué difícil para Bogotá sin Cafam, y Medellín sin Comfama. Sería útil, por economías de escala, una alianza estratégica entre las cajas para tener más participación en estos servicios.

Se requeriría continuar el retiro de EPS para que permanezcan simplemente aquellas con garantías de solidez.

La decisión de inicio de nuestro Gobierno, probablemente equivocada, de decretar la libertad vigilada del precio de medicamentos, podría remplazarse por la imposición de topes que eviten precios superiores a los cobrados en países comparables.

Nuestro Gobierno apenas avanzaba en el control de precios de medicamentos como los recetados contra el sida. 

Este Gobierno ha progresado en el giro directo y ojalá lo generalice. Y, la salud necesita más recursos, las cotizaciones y el porcentaje del Sistema General de Participaciones son insuficientes. El dinero no debe dilapidarse en entidades burocratizadas pero sí hay que pagar el valor de la atención, que requiere aportes adicionales de los presupuestos públicos. Por esto el Estado debe ser austero en lo burocrático para financiar las necesarias expansiones sociales.

Los ajustes a tiempo mejoran y salvan el sistema. La opción desesperada de eliminar el aseguramiento o trasladarlo a los prestadores del servicio eliminaría factores de control. La reforma Obama exige el aseguramiento de todos los ciudadanos y el compromiso del Estado de pagar por los más pobres. Universaliza el aseguramiento, no lo elimina. Mejoremos lo bueno sin destruirlo


3) ¿Cuales pueden ser la soluciones tecnológicas para dichos problemas educativos y de salud?

La educación en sentido amplio, desde los enfoques CTS, tiene como objetivo la alfabetización científica y tecnológica de los ciudadanos. Una sociedad transformada por las ciencias y las tecnologías requiere que los ciudadanos manejen saberes científicos y técnicos y puedan responder a necesidades de diversa índole, sean estas profesionales, utilitarias, democráticas, operativas, incluso metafísicas y lúdicas. Profesionales, por cuanto se precisa aumentar y actualizar las competencias, más aún para investigadores. Utilitarias, al reconocer que todo saber es poder; por ejemplo, de control sobre el propio cuerpo. Democráticas, ya que la alfabetización puede instruir a la ciudadanía en modelos participativos sobre aspectos como el transporte, la energía, la salud, etc., y permite cuestionar la tecnocracia que maneja los aspectos públicos relacionados con el desarrollo tecnocientífico. También la alfabetización es capaz de ayudar a necesidades de tipo operativo, en la medida en que puede tener componentes formativos hacia el uso de modelos, el manejo de información, la movilización de saberes, en fin, se trata del aprendizaje organizado. Por último, puede ser también un asunto metafísico y lúdico, por cuanto puede ayudarnos a vivir más placenteramente con la ciencia, en la medida en que nos formamos una comprensión más amplia de la misma y a saber vivir en el mundo en medio de numerosos interrogantes (Giordan, et al., 1994).
Otras referencias a la alfabetización científica y tecnológica la definen más exactamente como un proceso en el que cada ciudadano puede participar en los asuntos democráticos de tomar decisiones, para promover una acción ciudadana encaminada a la resolución de problemas relacionados con el desarrollo científico-tecnológico de las sociedades contemporáneas (Waks, 1990). Los enfoques en CTS aspiran a que la alfabetización contribuya a la enseñanza de los estudiantes sobre la búsqueda de información relevante e importante sobre las ciencias y las tecnologías de la vida moderna, a la perspectiva de que puedan analizarla y evaluarla, a reflexionar sobre esta información, a definir los valores implicados en ella y a tomar decisiones al respecto, reconociendo que su propia decisión final está, así mismo, basada en valores (Cutcliffe, 1990).
El campo de estudios en educación bajo el enfoque CTS ha venido siendo incorporado tanto a la educación secundaria como a la formación universitaria en EE.UU., Europa Occidental, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sur América (Waks, 1990; González, et al.,1996). Con todo, en América Latina la tradición de estudios CTS ligados a los procesos educativos no parece tener mayor desarrollo, si se compara con lo que en CTS se ha alcanzado en otros campos. Aunque existen trabajos sobre el tema (Bazzo, 1998; Sutz, 1998; Santander, 1998), parece que los esfuerzos han estado más enfocados hacia aspectos de política científica, estudios sobre indicadores, estudios sobre gestión de la innovación y cambio técnico, estudios sobre fundación de disciplinas y comunidades científicas, aspectos sobre la relación Universidad-Empresa, prospectiva tecnológica (Vaccarezza, 1998). Existe escasez de trabajos relacionados con el tema ambiental, con la divulgación y apropiación social del conocimiento, y, en general, con la variable social como categoría cognitiva.
En el nivel de la educación secundaria, los diferentes programas CTS pueden clasificarse en tres grupos (Waks, 1990; Kortland, 1992; Sanmartín y Luján, 1992): injertos CTS, ciencia y tecnología a través de CTS, CTS pura. Usaremos esta clasificación para aproximarnos a la educación CTS y establecer las perspectivas sobre la educación en tecnología.


A continuacion se dara un ejemplo de soluciones tecnologicas en el sector de la salud:

Naucalpan, Edomex, a 27 de noviembre de 2012. Más de 200 empresarios y 100 investigadores sostendrán un encuentro para identificar  oportunidades de colaboración que permitan desarrollar nuevas soluciones científicas y tecnológicas a los problemas de salud.
 Esta reunión se lleva a cabo en el marco del Cuarto Encuentro Internacional de Ciencias de la Vida Bioconnect 2012, convocado por el Consejo Mexiquense de Ciencia y Tecnología (COMECYT).
 Durante la inauguración, el doctor Elías Micha, titular del organismo dijo que el país tiene enormes retos en materia de salud, entre ellos remontar el rezago tecnológico del sector, necesario para atender enfermedades como la obesidad y la diabetes, entre otras.
 Por lo anterior, confió en que el encuentro permitirá a las empresas nacionales e internaciones, incluidas las pequeñas y medianas (PYMES), identificar oportunidades de negocio para atender las demandas de un mercado que ha crecido de manera constante a pesar de la crisis económica mundial.
 De acuerdo con la Organización para el Desarrollo Económico (OCDE), entre la década de los 80’s del siglo pasado y la primera del presente, en 15 países de esta organización el gasto en salud se incrementó casi 3 veces y 3.5 veces en medicamentos, dijo.
 En el caso de México, la industria de la salud ha reflejado un crecimiento importante. Tan sólo el sector farmacéutico cuenta con más de 200 empresas instaladas en el país, las cuales abastecen a un mercado local que genera 14 millones de dólares, convirtiendo a la industria farmacéutica nacional en la segunda más importante de América Latina.
 César Gómez Monje, coordinador de Administración y Finanzas del Instituto de Salud del Estado de México (ISEM), destacó la importancia de que eventos como Bioconnect se realicen en el Estado de México, pues la entidad cuenta con una de las infraestructuras de salud más grande del país. 
Precisó que el territorio mexiquense tiene “más de mil 300 unidades médicas y 63 hospitales de segundo y tercer nivel. Tan sólo en el ISEM, dijo, se atiende a más de 40 millones de pacientes y se reparten aproximadamente 50 millones de medicamentos”.
En la ceremonia inaugural también estuvo presente el doctor Enrique Villa Rivera, director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).
 El funcionario federal  celebró la presencia de los empresarios ligados al sector salud, a quienes les recordó que son las empresas las encargadas de transformar el conocimiento en productos y servicios innovadores que necesita la sociedad, como los medicamentos y nuevos dispositivos médicos.
 Recordó que la innovación es un instrumento para detonar el crecimiento económico de un país y generar empleos mejor remunerados.
 “Para crecer por encima del 4 o 5 por ciento se requiere innovar, innovar e innovar; no hay otra forma. Antes un país con petróleo podía considerarse rico; hoy la riqueza de los países depende de su capital humano y de la transformación del conocimiento en productos con valor agregado”.
 Por eso tenemos que ayudar a las empresas a ser competitivas y a innovar para que generen más empleos y ayuden al desarrollo social y económico”.
 De acuerdo con el INEGI, en 2008 la industria farmacéutica mexicana generó 80 mil 921 empleos directos de calidad para científicos, posgraduados, profesionistas, técnicos y obreros de alta especialización, con salarios en promedio 2 veces más altos que los del sector secundario de la economía.
 Bioconnect se realiza en el World Trade Center Mexiquense (WTC) de Naucalpan, Estado de México, en donde se tienen programadas actividades como mesas de análisis, conferencias magistrales y talleres.

4¿Que argumentos u opiniones soportan los problemas planteados anteriormente?

Una indagación sobre la causa del problema que puso al país de 61 entre 65 en las pruebas Pisa.
Ustedes me perdonarán que lo plantee así, de una manera tan brusca, pero es que el problema no tolera pañitos de agua tibia ni permite que me ande por las ramas: ¿es que los colombianos somos muy brutos o es que la educación que aquí se imparte es muy mala?
A finales del año pasado el país recibió, con sorpresa y vergüenza, los resultados de una prueba internacional que se conoce como Pisa, la sigla en inglés del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, el examen más importante del mundo con alumnos de 15 años.
Cómo vamos a competir en el exterior, si de los 65 países que participaron en esos exámenes, Colombia quedó en el penoso puesto 61, superando apenas a Perú, Indonesia y el pequeñísimo emirato árabe de Catar, que tiene poco más de un millón de habitantes, pero con el ingreso por persona más alto del mundo.
El panorama es aterrador: en matemáticas, nuestros alumnos ni siquiera llegaron al nivel 2, que es la calificación mínima para pasar raspando el examen de Pisa. En ciencias se rajó el 60 por ciento. En lectura fue reprobada la mitad de los concursantes, en un país donde cualquiera se cree intelectual y se las da de poeta.
¿Fallan los estudiantes o falla la educación que les dan? Desde diciembre esa pregunta me está dando vueltas en la oreja, como una mosca.

Ni calidad, ni cobertura
Jorge Ramírez Vallejo es pereirano de nacimiento. Se graduó en el célebre Colegio Calasanz de su ciudad nativa. Desde hace seis años es miembro del cuerpo de profesores de la legendaria Universidad de Harvard, como investigador e instructor en la Escuela de Negocios, y ha sido consultor de diez países, empezando por Estados Unidos. Es, además, catedrático en la Universidad de los Andes.
El profesor Ramírez me dice que, “en cuanto hace a cobertura de educación preescolar, media y superior, y a su calidad, la situación de nuestro país es muy triste”. La cobertura consiste en ampliar las posibilidades para que se eduque la mayor cantidad posible de gente. El Gobierno se propuso aumentarla en un 50 por ciento, pero lo que hizo fue embutir más alumnos en las mismas aulas de antes, sin ampliar instalaciones ni contratar más profesores. Entonces fue el caos.
Aun así, 50 por ciento de crecimiento de cobertura en educación superior ni siquiera es considerable: está por debajo de países del vecindario, como Cuba, Venezuela, Argentina, Uruguay y Chile.
Y en calidad, da pena reconocer que solo el 10 por ciento de las instituciones superiores colombianas –universitarias o similares– cuenta con acreditación de alta calidad. Muy pocas de ellas aparecen en los escalafones mundiales, al contrario de lo que ocurre con Chile, Brasil, México o Argentina.

Primera falla: los profesores
Entonces, se pregunta uno, oyendo la letanía de los que saben, ¿a qué se debe que la educación colombiana sea mala?
–A varios factores –me contesta el profesor Ramírez Vallejo–. En primer lugar, la baja calidad de los profesores. Parte de ello obedece a que no se puede medir su desempeño porque pertenecen al antiguo estatuto de contratación de maestros estatales, que impide su evaluación.
Salí a averiguar qué diablos es eso. Resulta que en Colombia la carrera de docente oficial, para colegios y universidades, se rige por dos normas distintas: un decreto de 1979, que ya tiene 35 años de viejo, conocido como “el estatuto antiguo”, y la Ley 715 del 2001, “el nuevo estatuto”. Esa ley creó un sistema por el cual al maestro se le paga según su calidad y su desempeño en el trabajo, medidos por evaluaciones periódicas.
–Lo malo –añade Ramírez– es que la gran mayoría de profesores pertenece al estatuto antiguo, anterior al 2001, lo cual impide la evaluación y obliga a que el salario de un maestro no se determine por su capacidad sino por su antigüedad. Es que los viejos profesores no aceptaron que la reforma fuera retroactiva y, en consecuencia, a ellos no se los puede evaluar. Lo más grave es que, según el Consejo Privado de Competitividad, tendremos que esperar 25 años más para que se retire el último de los profesores del estatuto antiguo.
–También es cierto –añade el profesor Pedro Bossio de la Espriella– que las universidades privadas, por su parte, están contratando profesores externos, sin raíces en la institución ni vínculos con ella, para poder pagarles unos sueldos miserables.
A su turno, el presidente de la Federación Colombiana de Educadores, Luis Alberto Gruber, le echa a la politiquería el muerto de la mala calidad de la docencia. “Ser profesor es el escampadero de más de un desempleado”, dice el señor Gruber. Aquí nombran maestro a cualquiera que tenga un padrino político.

Qué dice el Gobierno. La pertinencia
–No hay nada más lejano de la realidad –replica Patricia Martínez Barrios, viceministra de Educación Superior–. Precisamente porque, desde hace trece años, la Ley 715 nos obliga a llenar las vacantes de profesores oficiales con concursos de méritos.
El viceministro de Educación Básica, Julio Alandete, me informa que de aquí al año 2018 tendrán que retirarse 32 mil maestros oficiales por llegar a los 65 años, edad de retiro forzoso. “Vamos a cubrir esos cargos con gente de altísima calidad y verdaderos profesionales”, dice Alandete.
Regreso con el profesor Ramírez Vallejo, quien prosigue diciendo que otro factor de mala calidad en la educación colombiana es la falta de pertinencia. Para decirlo en palabras cristianas, la pertinencia consiste en que te enseñen lo que necesitas saber para ganarte la vida. Que lo aprendido corresponda a los empleos que están ofreciendo. “Si estudias en la escuela de gastronomía”, dice Ramírez, a manera de ejemplo, “¿qué ganas con aprender a preparar la mejor arepa de huevo del mundo, si el restaurante de tu familia queda en Pasto?”.
Ya entendí. Que si piensas trabajar en Armenia, no te metas a estudiar biología marina. Pensando en la pertinencia, uno se pregunta si Colombia está produciendo los profesionales que necesita.
–Infortunadamente –me responde Ramírez– la respuesta es un sólido no. En los ejercicios que hemos hecho en Barranquilla, Bucaramanga, Bogotá, y en tantas otras regiones, es frecuente encontrar que no hay relación entre lo que necesitan las empresas y lo que ofrecen los profesionales. Esto genera sobrecostos y pérdida de competitividad empresarial, pues hay que reentrenar a los egresados.

Garajes y presupuestos
Sin embargo, en los últimos años se ha visto un incremento masivo de la oferta universitaria. Como dice la gente, el país se llenó de universidades de garaje. La viceministra Martínez Barrios revela que en Colombia hay 286 entidades de educación superior. De ellas, 80 son universidades y el resto son instituciones de diversa naturaleza.
Como si fuera poco, existen otros 3.000 organismos llamados con elegancia “centros de formación para el trabajo y desarrollo humano”, que incluyen diplomas de criminalística, belleza, peluquería, ciencias forenses o ambientales, contabilidad, sistemas. Aunque usted no lo crea, entre todos suman 13.000 programas educativos con más de un millón de alumnos. Reina el caos. Las secretarías regionales de Educación no vigilan ni controlan a nadie.

¿Esa abundancia es buena?
–En parte sí y en parte no –contesta la señora Martínez Barrios, viceministra de Educación–. No es malo que la educación superior llegue a todos los rincones del país. Nuestras universidades públicas lo han logrado con planes de regionalización, mediante alianzas con sectores sociales, empresariales y otras entidades académicas.
El problema, otra vez, es la deficiente calidad de los profesores, la falta de pertinencia de lo que se enseña y, además, los bajos presupuestos territoriales para la educación. Después hablamos de tecnologías.
–Las desigualdades presupuestales por región –anota el viceministro Alandete– son aterradoras. Basta con ver estas cifras: en el segundo trimestre del año pasado, Bogotá aportó el 57,5 por ciento de su dinero a la educación; Medellín, el 7,27 por ciento; y Antioquia, el 6,24, pero en el resto del país baja hasta el 1 por ciento.

Rajados en tecnología.
¿Y en inglés?
Otra pata que le nace al cojo: somos analfabetos digitales. En la prueba Pisa se confirmó el retraso de Colombia en esas materias. El 70 por ciento de los estudiantes que presentaron el examen están por debajo del nivel mínimo en tecnologías de la información.
El profesor Ramírez Vallejo añade que otra prueba similar, llamada “encuesta de alfabetización digital”, encontró que solo el 45 por ciento de los colombianos tiene una vaga noción de tecnología.
Un elemento adicional de la baja calidad educativa es que, para poder competir en este mundo de fieras internacionales en que vivimos, se necesita saber inglés, el idioma de los negocios, sobre todo en profesiones relacionadas con ingeniería, finanzas, mercadeo, ventas y tecnología. Ya hay países europeos donde se exige conocer un tercer idioma.
–En Colombia, en cambio, solo el 7 por ciento de los bachilleres que presentan anualmente las pruebas del Icfes alcanza un puntaje satisfactorio en inglés– concluye Ramírez, con desaliento.
Qué van a saber inglés los alumnos si ni los profesores de inglés saben inglés: un examen reciente demostró que únicamente el 12 por ciento de los maestros de inglés logró llegar al nivel mínimo de conocimiento de esa lengua. El triste 12 por ciento, imagínese usted.
Epílogo
Hace pocos días se conoció otra estadística, la lista de 80 países cuyos profesionales compiten internacionalmente según su educación. Los primeros puestos los ocupan Hong Kong, Estados Unidos, Suiza, Singapur, Finlandia y Alemania. El mejor de América Latina es Chile, en el puesto 34, seguido de Cuba (36), Panamá (40), Barbados (47), Costa Rica (54), México (55) y Brasil, en el 56. Colombia figura en el 69. Causa: la deficiencia de su calidad educativa. ¿Quién puede competir así?
Acabo de leer en este periódico una noticia según la cual, ante la evidencia ya innegable de lo que está pasando, un grupo de muchachos ha tomado la iniciativa de comprometer al Estado, la familia y la sociedad en darle a Colombia una educación mejor, alejándola de los discursos embaucadores que abundan en esta época electoral. Están organizándose por internet.

Como siempre, los jóvenes son los que llevan la bandera. Eso es estimulante porque demuestra que no todo está perdido. Que les vaya bien. Y quedo a sus órdenes, por si les puedo ayudar en algo, aunque no sea mucho.

Recientemente, los vínculos entre la salud y el bienestar han empezado a ser destacados como
fundamentales por la literatura económica. Por ejemplo, Sachs (2001) plantea tres canales a
través de los cuales se generan esos vínculos. El primero, y el más directo, afirma que ciertas
enfermedades que se pueden prevenir reducen el número de años de vida saludables de los
individuos, ocasionando pérdidas económicas a la sociedad por el truncamiento de estas vidas,
ya sea por una muerte temprana o por una discapacidad crónica. El segundo canal está
relacionado con el efecto de las enfermedades sobre las decisiones de inversión de los padres
en sus hijos. Por ejemplo, altas tasas de mortalidad infantil están asociadas con altas tasas de
fertilidad. Un gran número de hijos, a su vez, reduce la habilidad de las familias pobres de
invertir adecuadamente en salud y en la educación de cada hijo2
. Finalmente, el tercer canal
establece que las enfermedades tienen un efecto negativo en los retornos a las iniciativas de
inversión, ya que cualquiera de ellas se puede ver socavada por la alta prevalencia de algún
tipo de dolencia. Así mismo, las enfermedades endémicas y epidémicas reducen la
cooperación social y la estabilidad política y macroeconómica de un país.
La literatura especializada ha encontrado también que los choques de salud (no cubiertos o
con cobertura insuficiente) pueden tener efectos devastadores sobre las finanzas de un hogar
(ya sea por vía del empleo, los ingresos o ambos). Esto termina afectando negativamente la
educación de los miembros jóvenes del hogar (y, por tanto, los ingresos y productividad
futuros), la productividad de los miembros afectados y las decisiones de inversión de la familia.

En particular, para el caso colombiano existe cierta evidencia de la importancia de este